LA BUFANDA
Porto Alegre, octubre de 2008
El otoño de 1945 dejaba un aire sombrío a la
pequeña ciudad en el sur de Brasil, conocida entonces como Santa María de Don
Pedrito. En contraste con el aspecto sombrío de la ciudad, el joven Juan
García estaba radiante. Y no era para menos, ya que regresaba sano y salvo
después de casi un lustro en guerra en el Viejo Continente.
Como suele ocurrir en las ciudades pequeñas, toda la agitación cultural y social de Don Pedrito se limitaba a la plaza alrededor de la Iglesia. Deseando un encuentro con viejos amigos de la adolescencia, Juan va en la noche del viernes al baile semanal.
Por lo tanto, está encantado de ver que su primer gran amor - Julia López, que también estaba allí podría ser más hermosa y alba que antes. Pronto ambos bailaron una, dos, tres ... todas las canciones de esa noche mágica, reavivando el amor de la juventud, haciendo juras de amor mutuo.
En la madrugada, al acompañar la amada hasta su casa, de forma caballeresca, Juan presta
la bufanda a Julia que sufre con el frío
otoñal de ciudad sureña. Cuando llegaron a casa, Julia lo besa suavemente y
intentó devolverle la bufanda. Juan se niega, diciendo que era una buena
excusa para venir a su casa y hablar con sus padres.
Juan poco dormió en el resto de esa
noche. Cuando los comerciantes de
Don Pedrito abrieron sus tiendas para el medio periodo sabático, podrían ver un
ansioso Juan García, que se apresuró a llevar un ramo de flores del campo hacia
la casa de la familia López.
Golpeó la aldraba tres veces, esperando segundos que parecían años. El Sr. José López, padre de Julia, abrió la puerta. Al ver el ramo llamativo de ese muchacho que había sido novio de su hija, se dio cuenta de que las flores eran para ella.
Con una cara arrugada que demuestra mucho dolor en
su alma, le preguntó: - "¿Nadie te digo? Julia murió hace seis
meses, de plaga gris "apodo para
los nativos que ahora llamamos la tuberculosis”. El viejo José agregó que
ella murió lamentando que no dijo hasta qué punto amaba al joven Juan, de cuanto le gustaría vivir la eternidad con
él.
Juan casi se desmaya. Hasta las lágrimas, explicó al Sr. José que era imposible porque había bailado con ella ayer, prestándole la bufanda para que no sentiera frío.
Con la complicidad de los que aman, José tuvo compasión del joven que lloró por la misma chica que el mismo había amado desde que abrió los ojos a este mundo hasta su último aliento, cuando José le había cerrado los párpados. Para calmarlo, José llevó Juan al cementerio, deteniéndose frente a la tumba de Julia.
Lívido, Juan ve la bufanda doblada cuidadosamente debajo de la lápida de su amada. Gentilmente el viejo José tomó las flores de las manos de Juan, poniéndolas en la tapa de la tumba, restituyendo amablemente la bufanda.
Me gustó mucho tu blog Don Corbo. Abrazos
ResponderEliminarGracias. Tu blog está muy lindo.
ResponderEliminar¡Hola Oscar! Un saludo por el relato que hiciste. Y éxito en tus proyectos.
ResponderEliminarGracias Don Fabyo. Igualmente.
Eliminarhola Oscar, muy interesante tu blog, abrazo
ResponderEliminargracias Glaubia. Hastá el viernes.
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